¿Recordáis la reseña del libro de 10 Días para Léer más Rápido? Pues igual que a nosotros nos entregaban una lista interminable de libros obligatorios para leer en casi cada asignatura de la Universidad, a los jefes del mundo también les tendrían que entregar su propia lista. Y Las 8 Claves del Liderazgo del Monje que Vendió su Ferrari tendría que estar entre los tres primeros libros de esa lista.

Personalmente, le regalaría este libro a más de un jefe de los que he tenido, porque realmente creo que podrían aprender mucho más sobre cómo liderar equipos, en vez de simplemente ser el jefe porque tenían el dinero y decidieron montar una empresa o porque alguien les puso en esa posición en un momento dado de su carrera.

Esta fábula explica, de una forma realmente sencilla, cómo aprender a liderar, pero sobre todo, cómo ser mejor persona, día a día. Porque es más fácil llegar a ser buen jefe siendo primero buena persona y no al revés.

 1. Líder visionario

Este primer punto es realmente importante y, en muchos casos, es lo que hace fallar al líder desde un principio. La persona que se encarga de gestionar un equipo, sea del tipo de empresa que sea, debe generar un sentimiento de compromiso y pasión por lo que se hace. Debe hacer que ese equipo se entusiasme y motive para lograr el mismo propósito y debe encontrar siempre formas de asociar el trabajo diario de los empleados con la visión que él tiene de la empresa o del proyecto.
La mayoría de líderes no están asociados con una visión y no han encontrado una coherencia entre el objetivo del trabajo y el disfrute por el trabajo, por lo que no pueden trasladar ese entusiasmo a sus empleados. Y si alguien no trabaja contento, ya sabemos qué pasa después.

2. Dirigir con la mente, liderar con el corazón

Esto va ligado directamente con el primer punto del que habla Sharma en el libro y se basa en que el líder debe comunicarse de forma efectiva con su equipo, debe conectar con ellos. ¿Cómo? Estableciendo una relación basada en la confianza, la empatía y los lazos emocionales.
La lealtad se gana tocando el corazón de las personas y siendo capaz de generar una visión en el equipo. Una vez eso sucede, se fortalece el liderazgo y eso alimenta la confianza necesaria que para comunicarse y permitir que los miembros de ese equipo asuman responsabilidades y se comprometan.

3. Reconocer a los demás

Un buen líder debe saber que los empleados que sienten que forman parte de un equipo, que se sienten valorados, trabajan de una forma mucho más efectiva. Es por eso que hay que hacer hincapié en lo que los miembros de ese equipo hacen bien, en lugar de sólo centrar la atención en lo que se hace mal.
Al centrarse en el buen trabajo, el líder hace que el empleado se centre en repetirlo o mejorarlo la próxima vez y que, si comete un error, lo considere como parte del proceso de aprendizaje dentro de la empresa.

4. Rendirse al cambio

Ya lo dice el dicho: ningún mar en calma hizo experto a un marinero. Es por eso que el líder de un equipo debe saber digerir y adaptarse a los cambios, porque sin ellos no hay progreso. Para lograr que haya cambios y que los proyectos vayan hacia adelante, la persona que se encarga de liderar un equipo debe ser el primer en enfrentarse a sus miedos y dar ejemplo, para que los empleados sigan por el mismo camino. La actitud positiva respecto a esos cambios es también imprescindible, para que todo funcione.

5. Centrarse en lo valioso

En el caso de este punto, podemos aplicarlo tanto al trabajo, como al resto de aspectos de la vida. Hay que aprender a determinar las prioridades de cada uno y centrarse en un objetivo, para así por ser lo más eficiente posible. Debemos hacer lo que es importante y no perder el tiempo con cosas secundarias, que no nos aportarán nada en un futuro.

6. Autoliderazgo. Liderarse a uno mismo

Todo liderazgo comienza por uno mismo, así que si un jefe no sabe manejarse a él mismo, es imposible que sepa dirigir un equipo. Un buen líder debe aprender a dirigirse y liderarse a él mismo, tener una vida interior plena y feliz, para que luego eso se refleje en su vida exterior. No todo debe ser el trabajo, debe haber diversión y entretenimiento.

7. Ver lo que todos ven, pensar en lo que nadie piensa

En este caso, Sharma se refiere a la creatividad y la innovación, a través de nuevas formas de solucionar los problemas o situaciones que se presentan en las empresas. Es vital que el lugar de trabajo no sea un espacio convencional y que sea un lugar en el que poder asumir riesgos y aprender de los errores.
Un líder no gestiona la creatividad, sino que primero la descubre y después la gestiona. Debe abrir la mente y ser más imaginativo que el resto, para ver soluciones, donde todo el mundo ve un problema.

8. Vincular el liderazgo con el legado

La última de las claves compartidas por Sharma en el libro se basa en otro dicho, que seguro que conocéis: cuánto más das, más recibes. El buen líder debe ser capaz de hacer que las decisiones que tome, que las cosas que haga, trasciendan y puedan ser útiles para futuras generaciones. El objetivo de cualquier vida es tener objetivos, por lo que hay que tener en cuenta que lo importante es dejar huella, contribuir con los demás y dejar un legado.

Porque todos desapareceremos al final, mucha gente seguro que nos olvida, pero si hemos hecho algo bueno, si hemos contribuido, aunque sea haciendo algo pequeñito, la vida seguro que habrá valido mucho más la pena.

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